viernes, 25 de noviembre de 2016

El mezquite y el tesoro



Allá va corriendo con los pies ensangrentados, el corazón dando tumbos que suben a la cabeza, que le embotan los sentidos. A veces se detiene para respirar pesadamente por la boca. Pela bien los ojos llenos de lagrimas que arden como chile, por el cansancio, por las noches sin dormir, por su vida toda.
Recuerda cuando fue tomado prisionero y llevado a la cárcel de madera y red donde ponen a los prisioneros de guerra. A el no tenían que obligarlo a comer, comía y bebía con gran apetito, aunque sabia que muy pronto seria sacrificado y después comido. Al menos se iría con el buche lleno. pensaba en esos días.
Pero logro escapar; como de muchas batallas lo había hecho.

Matar y morir era cosa natural, pero hoy es todo diferente. La llegada del hombre extraño, *de carnes muy blancas, de barba larga y cabello amarillo hasta las orejas. Con sus perros enormes con ojos fieros, algunos manchados de color, como tigres. Y sus enormes bestias, como venados, tan largos como los techos. Que soportan en sus lomos a hombres vestidos de hierro. Hierro en sus cabezas, sus espada, sus arco, sus escudo. Hierro sus lanzas*
Cuentan que hicieron gran matanza en cholula, en la gran tenochtitlan. Destruyen todo a su paso. Matan guerreros, despedazan mujeres, niños. Destruyen templos, códices. No dejan nada en pie.

Arrecia el paso cuando recuerda que ya no tiene casa, ni familia, sus hermosos hijos fueron masacrados, junto con su mujer, esa dama que esperaba con ansia su regreso, recuerda el día que llego con una descalabradura. Y ella diligente le lavo la herida con orines calientes, exprimió una penca de maguey asada sobre la herida, junto con la hierva natlaxcuitl.
Arrecia mas el paso, corre con el viento. Ya no existe la sabia mujer, sus bellos hijos. Los guerreros, los sacerdotes y sus códices. Todo a sido destruido. Quiere morir; hacer frente a los hombres vestidos de hierro que vienen a lomo de venado. Pero tiene que seguir corriendo. En su corazón lleva un secreto que debe ser guardado.

Ya pardea la tarde, quiere detenerse a comer algunas hiervas. Pero recuerda que solo vive para guardar un secreto. Resuella con ansia y sigue, la serranía parece en calma, no hay ruido y eso lo pone alerta, camina con precaución mirando para todos lados.
Una sensación extraña lo invade, siente ojos que lo miran, no los ve. Pero cientos, tal vez miles de ojos lo miran. Brotan de la noche, del cielo estrellado, de entre los mezquites.
La presencia se hace mas grande, imponente. Cierra los ojos y se entrega, sabe que no es el enemigo. Algo le dice que puede confiar.
Entonces una voz omnipresente habla:

No tienes que correr mas, tu secreto esta a salvo. Ya lo hemos protegido’’
El quiere preguntar pero no puede. Solo piensa:

?Quien podría guardar mi secreto?

La voz responde:

Nosotros, los guardianes de esta tierra. Los que hacen crecer los jilotes de maíz. El maguey, la pipicha, las tunas de colores.

La voz continua: Has llegado a tierra segura, donde tu secreto permanecerá por siempre. En este lugar, en alguno de estos milenarios mezquites, reposara tu alma junto con el secreto de tu corazón, que conoce el lugar exacto donde fue enterrado el gran tesoro de nuestros ancestros. Inmensa cantidad de oro. Incontables piedras preciosas. Exóticas pieles que contienen la sabiduría de nuestro pueblo. Que fueron ocultas de la vista del hombre blanco.
Un hechizo mágico lo protegerá de los extraños. Y solo sera revelado a algún hijo legitimo de esta tierra, a algún heredero del futuro que lo merezca.

El hombre respiro aliviado, pelo los dientes con alegría. Y cayo desfallecido cara a tierra. Murió al instante. Tal vez ya estaba muerto antes de caer. Entonces una enorme cantidad de serpientes envolvieron su cuerpo, tomaron su corazón. Y se enredaron en un mezquite. Ahí quedo el valioso mapa que guardaba, resguardado por un encanto de los dioses de esta tierra.

Cientos de años han pasado y todavía en Yehultepec y sus pueblos, los leñadores buscan el árbol encantado. Algunos cuentan que han dado con el. Dicen que es un mezquite, otros dicen que no se sabe, puede ser un huizache, un izote o una cucharilla. Los que lo han encontrado juran que es duro como una piedra.
Que el hacha revota, y se rompe el machete. Y si siguen golpeando y no son los elegidos, una gran cantidad de serpientes sale del tronco, son las hijas de la gran serpiente emplumada. Y atacan a los intrusos. Solo quien sea el digno heredero de estas tierras vendrá con el conjuro mágico que le darán las voces de la noche, y Tendrá acceso a tan magnifico tesoro.
Los ancianos están seguros que ahí esta, aunque no se sabe donde. Ni siquiera si es un mezquite o algún otro tipo de árbol, ahí esta, en algún lugar esperando al elegido.


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