Allá
va corriendo con los pies ensangrentados, el corazón dando tumbos
que suben a la cabeza, que le embotan los sentidos. A veces se
detiene para respirar pesadamente por la boca. Pela bien los ojos
llenos de lagrimas que arden como chile, por el cansancio, por las
noches sin dormir, por su vida toda.
Recuerda
cuando fue tomado prisionero y llevado a la cárcel de madera y red
donde ponen a los prisioneros de guerra. A el no tenían que
obligarlo a comer, comía y bebía con gran apetito, aunque sabia que
muy pronto seria sacrificado y después comido. Al menos se iría con
el buche lleno. pensaba en esos días.
Pero
logro escapar; como de muchas batallas lo había hecho.
Matar
y morir era cosa natural, pero hoy es todo diferente. La llegada del
hombre extraño, *de carnes muy blancas, de barba larga y cabello
amarillo hasta las orejas. Con sus perros enormes con ojos fieros,
algunos manchados de color, como tigres. Y sus enormes bestias, como
venados, tan largos como los techos. Que soportan en sus lomos a
hombres vestidos de hierro. Hierro en sus cabezas, sus espada, sus
arco, sus escudo. Hierro sus lanzas*
Cuentan
que hicieron gran matanza en cholula, en la gran tenochtitlan.
Destruyen todo a su paso. Matan guerreros, despedazan mujeres, niños.
Destruyen templos, códices. No dejan nada en pie.
Arrecia
el paso cuando recuerda que ya no tiene casa, ni familia, sus
hermosos hijos fueron masacrados, junto con su mujer, esa dama que
esperaba con ansia su regreso, recuerda el día que llego con una
descalabradura. Y ella diligente le lavo la herida con orines
calientes, exprimió una penca de maguey asada sobre la herida, junto
con la hierva natlaxcuitl.
Arrecia
mas el paso, corre con el viento. Ya no existe la sabia mujer, sus
bellos hijos. Los guerreros, los sacerdotes y sus códices. Todo a
sido destruido. Quiere morir; hacer frente a los hombres vestidos de
hierro que vienen a lomo de venado. Pero tiene que seguir corriendo.
En su corazón lleva un secreto que debe ser guardado.
Ya
pardea la tarde, quiere detenerse a comer algunas hiervas. Pero
recuerda que solo vive para guardar un secreto. Resuella con ansia y
sigue, la serranía parece en calma, no hay ruido y eso lo pone
alerta, camina con precaución mirando para todos lados.
Una
sensación extraña lo invade, siente ojos que lo miran, no los ve.
Pero cientos, tal vez miles de ojos lo miran. Brotan de la noche, del
cielo estrellado, de entre los mezquites.
La
presencia se hace mas grande, imponente. Cierra los ojos y se
entrega, sabe que no es el enemigo. Algo le dice que puede confiar.
Entonces
una voz omnipresente habla:
“No
tienes que correr mas, tu secreto esta a salvo. Ya lo hemos
protegido’’
El
quiere preguntar pero no puede. Solo piensa:
?Quien
podría guardar mi secreto?
La
voz responde:
Nosotros,
los guardianes de esta tierra. Los que hacen crecer los jilotes de
maíz. El maguey, la pipicha, las tunas de colores.
La
voz continua: Has llegado a tierra segura, donde tu secreto
permanecerá por siempre. En este lugar, en alguno de estos
milenarios mezquites, reposara tu alma junto con el secreto de tu
corazón, que conoce el lugar exacto donde fue enterrado el gran
tesoro de nuestros ancestros. Inmensa cantidad de oro. Incontables
piedras preciosas. Exóticas pieles que contienen la sabiduría de
nuestro pueblo. Que fueron ocultas de la vista del hombre blanco.
Un
hechizo mágico lo protegerá de los extraños. Y solo sera revelado
a algún hijo legitimo de esta tierra, a algún heredero del futuro
que lo merezca.
El
hombre respiro aliviado, pelo los dientes con alegría. Y cayo
desfallecido cara a tierra. Murió al instante. Tal vez ya estaba
muerto antes de caer. Entonces una enorme cantidad de serpientes
envolvieron su cuerpo, tomaron su corazón. Y se enredaron en un
mezquite. Ahí quedo el valioso mapa que guardaba, resguardado por un
encanto de los dioses de esta tierra.
Cientos
de años han pasado y todavía en Yehultepec y sus pueblos, los
leñadores buscan el árbol encantado. Algunos cuentan que han dado
con el. Dicen que es un mezquite, otros dicen que no se sabe, puede
ser un huizache, un izote o una cucharilla. Los que lo han encontrado
juran que es duro como una piedra.
Que
el hacha revota, y se rompe el machete. Y si siguen golpeando y no
son los elegidos, una gran cantidad de serpientes sale del tronco,
son las hijas de la gran serpiente emplumada. Y atacan a los
intrusos. Solo quien sea el digno heredero de estas tierras vendrá
con el conjuro mágico que le darán las voces de la noche, y Tendrá
acceso a tan magnifico tesoro.
Los
ancianos están seguros que ahí esta, aunque no se sabe donde. Ni
siquiera si es un mezquite o algún otro tipo de árbol, ahí esta,
en algún lugar esperando al elegido.
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