Era el
tiempo de la canícula, cuando el sol es mas despiadado con esta
tierra, después de una larga jornada entre los cerros, el aguador
diviso la boca de la cueva. Finalmente había llegado a la
chichipica, un pequeño nacimiento que había dado agua al pueblo a
incontables generaciones desde la época prehispánica, quien sabe y
seria por este ojo de agua que los nahuas decidieron quedarse aquí,
y fundar un pueblo.
Antes de
entrar se recostó frente a la pequeña fuente que recoge el agua del
nacimiento, se quito el viejo sombrero de palma y aflojo el huarache
que le molestaba. Bebió lentamente, removió las hojas que obstruían
el libre fluir del liquido, y provocaban que este se desparramara por
los cerros. Vio que empezó a fluir por el canal que llegaba al
pueblo y sonrió; había hecho su trabajo, dentro de un rato más agua
estaría llegando al pueblo. Volvió a beber y aspiro el hermoso
silencio de la naturaleza.
Cuando
desde dentro de la cueva un ruido ensordecedor rompió ese silencio,
era como una inmensa corriente de agua desbordada. Volteo la cabeza y
miro a la cueva que seguía quieta, inalterable. Quiso entrar pero un
miedo indescriptible invadió su cuerpo.
De pronto;
otro ruido similar invadió el ambiente. Sí, era una gran corriente
de agua desbordada que amenazaba con inundar todo. Esta vez unos
pájaros salieron volando despavoridos de los guajes de alrededor.
El aguador
se puso en pie de un salto, calzo su huarache izquierdo con sombrero
y machete en mano se dispuso a abandonar el lugar. Al girar para
tomar el camino de regreso miro a un hombre sentado en una piedra,
parecía cómodo, con voz pausada pregunto:
?por que
te vas tan asustado?
El aguador
casi al borde de la histeria pregunto también:
?Quien
eres? De donde saliste? Que quieres?
El hombre
extraño volvió a hablar:
Yo no salí
de ningún lado, vivo aquí, soy de aquí. Soy el guardián de este
lugar. Se me a dado el poder sobre este preciado lugar para tu gente,
yo puedo hacer que los tuyos vivan en la abundancia o mueran de sed.
El aguador
solo pudo abrir la boca con asombro, el extraño siguió hablando:
Si quieres
que un río caudaloso salga de este lugar, lo único que tienes que
hacer es traerme siete niños,
yo necesito siete espíritus pequeños, siete inocentes deben ser sacrificados en este lugar, y tu pueblo nunca
mas volverá a tener sed.
Sacando
fuerzas de solo dios sabe donde, el aguador azoto su machete contra
una roca y camino, sintió que mas rápido que el viento.
Llego a la
entrada del pueblo bañado
en sudor, justo donde un grupo de mujeres peleaban por el turno para
llenar sus cantaros de agua. Una de ellas grito:
Aguador,
esta llegando muy poca agua al pueblo ?cuando vas a hacer bien tu
faena?
El solo
apretó el paso para llegar a casa.
Esa tarde
se sentó a mirar el día agonizar, con la vista perdida en el
horizonte daba tragos a su jarro de pulque, entre trago y trago
escupía con furia el suelo.
La noche
había tendido ya su negro manto cuando su mujer se acerco a él
y dijo:
?Y aste'
que cosa le mortifica que hace rato lo miro tan preocupao?
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Yehualtepec, iglesia vieja del siglo XVI foto: Aldo Uchiha |