viernes, 31 de julio de 2015

El guardián de la Chichipica

                               

Era el tiempo de la canícula, cuando el sol es mas despiadado con esta tierra, después de una larga jornada entre los cerros, el aguador diviso la boca de la cueva. Finalmente había llegado a la chichipica, un pequeño nacimiento que había dado agua al pueblo a incontables generaciones desde la época prehispánica, quien sabe y seria por este ojo de agua que los nahuas decidieron quedarse aquí, y fundar un pueblo.

Antes de entrar se recostó frente a la pequeña fuente que recoge el agua del nacimiento, se quito el viejo sombrero de palma y aflojo el huarache que le molestaba. Bebió lentamente, removió las hojas que obstruían el libre fluir del liquido, y provocaban que este se desparramara por los cerros. Vio que empezó a fluir por el canal que llegaba al pueblo y sonrió; había hecho su trabajo, dentro de un rato más agua estaría llegando al pueblo. Volvió a beber y aspiro el hermoso silencio de la naturaleza.
Cuando desde dentro de la cueva un ruido ensordecedor rompió ese silencio, era como una inmensa corriente de agua desbordada. Volteo la cabeza y miro a la cueva que seguía quieta, inalterable. Quiso entrar pero un miedo indescriptible invadió su cuerpo.
De pronto; otro ruido similar invadió el ambiente. Sí, era una gran corriente de agua desbordada que amenazaba con inundar todo. Esta vez unos pájaros salieron volando despavoridos de los guajes de alrededor.
El aguador se puso en pie de un salto, calzo su huarache izquierdo con sombrero y machete en mano se dispuso a abandonar el lugar. Al girar para tomar el camino de regreso miro a un hombre sentado en una piedra, parecía cómodo, con voz pausada pregunto:
?por que te vas tan asustado?
El aguador casi al borde de la histeria pregunto también:
?Quien eres? De donde saliste? Que quieres?
El hombre extraño volvió a hablar:
Yo no salí de ningún lado, vivo aquí, soy de aquí. Soy el guardián de este lugar. Se me a dado el poder sobre este preciado lugar para tu gente, yo puedo hacer que los tuyos vivan en la abundancia o mueran de sed.
El aguador solo pudo abrir la boca con asombro, el extraño siguió hablando:
Si quieres que un río caudaloso salga de este lugar, lo único que tienes que hacer es traerme siete niños, yo necesito siete espíritus pequeños, siete inocentes deben ser sacrificados en este lugar, y tu pueblo nunca mas volverá a tener sed.
Sacando fuerzas de solo dios sabe donde, el aguador azoto su machete contra una roca y camino, sintió que mas rápido que el viento.
Llego a la entrada del pueblo bañado en sudor, justo donde un grupo de mujeres peleaban por el turno para llenar sus cantaros de agua. Una de ellas grito:
Aguador, esta llegando muy poca agua al pueblo ?cuando vas a hacer bien tu faena?
El solo apretó el paso para llegar a casa.

Esa tarde se sentó a mirar el día agonizar, con la vista perdida en el horizonte daba tragos a su jarro de pulque, entre trago y trago escupía con furia el suelo.
La noche había tendido ya su negro manto cuando su mujer se acerco a él y dijo:

?Y aste' que cosa le mortifica que hace rato lo miro tan preocupao?
Yehualtepec, iglesia vieja del siglo XVI
foto: Aldo Uchiha